DE NOVELAS DE CABALLERÍA
Por todos es conocido el suceso que allá por el siglo XVII llevó al Ingeniero Hidalgo Don Quijote de la Mancha, quien al parecer había perdido la cordura de tanto leer novelas de caballería, a ver en treinta o cuarenta molinos de viento manchegos peligrosos gigantes a los que tenía que batir.
En el capítulo VIII del libro escrito por Cervantes en 1605, titulado “Del buen suceso que el valeroso don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento (…)”, el suceso se relata así:
“En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquelcampo, y así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:
—La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer, que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
—¿Qué gigantes? —dijo Sancho Panza.
—Aquellos que allí ves —respondió su amo—, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
—Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.
—Bien parece —respondió don Quijote— que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.
Y, diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de viento, y no gigantes, aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oíalas voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran, antes iba diciendo en voces altas:
—Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete.
Levantose en esto un poco de viento, y las grandes aspas comenzaron a moverse, lo cual visto por don Quijote, dijo:
—Pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis de pagar.
Y en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en el ristre, arremetió a todo el galope de Rocinante y embistió con el primero molino que estaba delante; y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo (…).”
SOBRE EL CERRO DE LAS CUEVAS
EL MOLINO DE VIENTO
LOCALIZACIÓN
A escasos metros del hotel, en un lugar elevado muy cercano al pueblo -como todos los molinos- con acceso al barrio denominado “El arrabal” y sobre un cerro llamado “de las cuevas” por estar horadado por numerosas cuevas excavadas en la roca que, junto a las del “Cerro Feroz”, suman en Carrascosa del Campo el número de cuarenta y tres, se conserva uno de esos molinos de viento que tanto enloquecieron a Don Quijote y al que ya Antonio Ponz en la carta VI de su Viaje por España en el siglo XVI hacía referencia al aludir a un grupo de molinos que había antes de llegar a Tarancón viniendo desde Cuenca del siguiente modo: “Puesto al cabo de un territorio llano, se sube un montecillo, y se ven en lo alto porciones de aquellos gigantes que tanto dieron que hacer á D. Quixote, es á saber, molinos de viento (…)”.
Teniendo en cuenta la afirmación de Ponz, molinos similares a los que enloquecieron al “Ingeniero hidalgo” estaban ubicados en parte del territorio dela Mancha Alta Conquense -que superan en número a los de la Alcarria conquense- y, concretamente, dentro del término de Carrascosa del Campo, donde hay constancia de que en el siglo XIX -según D. Pedro Izquierdo-, había al menos tres: uno en “El Pilar”, otro en la cumbre de la senda que va al “Chorrillo” y que se podía ver desde la actual carretera de Vellisca y otro en el “Cerro de las Cuevas”, que es el que nos ocupa y que recientemente ha sido restaurado conservando en gran medida sus muros, su fisionomía y sus tres plantas,lo cual nos hace poder comentar las características principales del mismo así como las que en su día tendría por completo.
ESTRUCTURA Y FUNCIONALIDAD
Como gran parte de los molinos de la comarca, este molino de viento está construido con una fábrica irregular de mampostería y un muro grueso -más grueso que el del resto de molinos de la zona- sin encalar. Al exterior consta de un único acceso cuyo hueco está creado con dovelas de piedra irregulares y de forma adintelada. Y su organización, como la del resto de molinos de la zona, respondía, con la finalidad de moler el grano y algunas variaciones, a algunas descripciones realizadas de los molinos de La Mancha.
La planta baja o “silo” servía como almacén y tenía un forjado enterizo que facilitaba el apoyo de la escalera, no habiéndose encontrando en él señales del supuesto poste vertical que habría en el centro; la planta primera o “camareta” albergaba el cedazo y la limpia, que era donde se separaba y preparaba la harina una vez molida, y de su techo colgaban las maderas que permitían mover las piedras; y por último, en la planta que había bajo la cubierta o “moledero”, se situaban las piedras conectadas al telar.
La característica especial de estos molinos de viento frente a los europeos, especialmente del centro y norte de Europa, era el estar cubiertos por una cubierta cónica que se movía junto al telar y permitía orientar las aspas al viento. Además y aunque no se haya conservado, al exterior había unos elementos fijos de piedra a modo de amarre que, colocados en torno al molino, permitían gracias a un borriquillo que era una especie de torno móvil y una cadena atada al palo de gobierno, mover la caperuza y asimismo, todo el telar y las aspas del molino.
No sabemos con exactitud el momento en el que este molinode viento fue construido, pero hay constancia de que durante la época de la dominación musulmana ya había molinos de viento en algunos lugares de Españay podemos afirmar, ateniéndonos a lo que se refiere en el diccionario de Madoz, que a mediados del siglo XIX estos molinos estaban todavía funcionando, lo cual corrobora, junto a lo expuesto por D. Pedro Izquierdo que, con toda seguridad, en el siglo XIX este molino de viento aún estaba en funcionamiento.
EL CERRO DE LAS CUEVAS
LOCALIZACIÓN
Como ya hemos señalado, este molino de viento se sitúa, dentro del barrio de “El arrabal”, sobre el llamado “Cerro de las cuevas”, una de las dos ubicaciones -junto al “Cerro Feroz” o “Pozo de la Oliva”- donde se encuentran las 43 cuevas -de las que podéis visitar dos- existentes en Carrascosa del Campo excavadas en suaves laderas de roca arenisca y con actividad parcial hoy en día-teniendo en cuenta a que al “Cerro de las cuevas” actual le falta la vertiente que va hacia el Pozo del Coso, dos escalones con varias cuevas que se hundieron al hacer la calle hace unos años-.
HISTORIA
Antes de la llegada de los árabes en el siglo XII en este cerro existíancuevas naturales que en algunos casos los árabeshabitaron adaptándolas como viviendas que posteriormente, en muchos casos, los primeros mozárabes, en los siglos XIII y XIV, adaptarían al mismo uso. Las cuevas adaptadas por los mozárabes se diferencian de las primeras en que si bien estas últimas tienen poca obra, se adaptan a las condiciones naturales de la cueva y su entrada suele ser una pared de barro, en las aprovechadas por los mozárabes se adaptan mejor las habitaciones y hay preciosas entradas, en una primera fase, de ladrillo macizo de tierra, y después en el mismo estilo, pero de ladrillo de piedra arenisca -estilo muy extendido y estudiado en Cuenca-.
Pero además de estas cuevas, existen cuevas que se excavaron en el estrato rocoso a mano o, mejor dicho,“pico en mano”, para destinar a la fabricar vino, buscándose en ellas una temperatura más o menos estable durante todo el año para permitir la conservación de este producto, que solía y suele oscilar en torno a 14-16⁰ durante todo el año.Estas presentan un aspecto bastante unitario, pues aunque su construcción difiere en fechas,el estilo en ellas se mantiene al estar formadas al exterior por una pequeña bóveda semicircular con protección dotada de un arco realizado de forma primigenia con ladrillos de piedra arenisca y más tardíamente con mampostería y ladrillo. A ambos lados hay dos columnas construidas con el mismo tipo de materiales y suele ser frecuente encontrar en los laterales de la entrada pequeños poyetes para sentarse.
Por unas escaleras de bajada, casi siempre talladas en la roca arenisca,se accede al interior de estas cuevas vinarias,donde se albergan distintas estancias de diverso tamaño y uso que se corresponden con los habitáculos necesarios en el proceso de elaboración del vino (pisadoras, sacristía, prensados y reposaderos), y suelen tener una extensión diversa cuyo conjunto suele oscilar entre diez y sesenta metros y una altura que va desde los dos a los cuatro metros.
Aún en la actualidad, en estas estancias se ubican tinajas de distintas capacidades, realizadas en barro y normalmente asentadas sobre pequeños pilotes de madera que evitan su contacto con el suelo y suponen un asiento perfecto.Además, pese a su abandono actual, aún se conserva en ellas alguna prensa de madera, así como los conductos que iban de estas a las cazuelas, recipientes de barro que se utilizaban para facilitar el trasiego del vino. En la parte alta de las mismas hay boqueros o pequeñas chimeneas por donde se arrojaba la uva al jaraíz para ser pisada y que aún se pueden ver, pese a que hoy en día solo en una de estas cuevas vinarias, en pequeñas cantidades y para obtener una producción de uso exclusivamente privado, se siga produciendo vino y utilizando algunos de los medios anteriormente citados.