¡Hola de nuevo!

Después de un intenso verano al que parece costar despedirse, por fin hay señales de que el otoño poquito a poco va llegando, si bien nosotros seguimos con la misma rutina de siempre, una rutina en la que no dejamos de ofrecer un servicio en el que los clientes y sus circunstancias son nuestra hoja de ruta.

El trabajo a veces es agotador, pero tras ese agotamiento se esconden, ni qué decir tiene, satisfacciones: Hay clientes que llevan meses alojados con nosotros, lo cual hace que ya no tengamos casi ni que preguntarles qué van a tomar, sencillamente porque ya conocemos sus gustos y apetencias; otros que nos elijen para celebrar un almuerzo o una cena familiar, algo que, sea de mayor o menor envergadura, siempre es especial; otros que vienen de paso por motivos de trabajo a un sitio bien comunicado por carreteras; otros que, por el contrario, llegan desde Alemania, Estados Unidos, Portugal.., para conocer una provincia de la que les interesa ¡absolutamente TODO! (tanto que suelen quedarse sin tiempo material :-); otros que forman parte de nuestro día a día o de todos y cada uno de nuestros fines de semana dando un sentido continuo a nuestro trabajo; y otros que nos visitan porque después de muchos años regresan a su pueblo de origen por añoranza, para ver cómo se encuentra aquella calle en la que se criaron, aquella casa en la que nacieron y de la que ya poco queda…, para ver si reconocen algún rostro de los de antaño e, incluso, para recordar sabores, tomando aquel plato “de…” del que tanto se acuerdan y “que no se hace allí donde ahora viven”…

Todo enriquece el transcurrir de nuestro día a día: lograr que aquellos que llevan alojados meses con nosotros se sientan a gusto, si no como en casa (lo cual evidentemente es imposible), sí al menos con confianza, con comodidad, en un ambiente serio y respetuoso a la vez que relajado; ofrecer toda la información turística y facilidades posibles a aquellos que, bien desde un lugar tan cercano como Madrid o desde el lugar más remoto del extranjero, vienen a conocer nuestra provincia y nuestra comarca; el que una familia se vaya con la satisfacción de no haberse equivocado al habernos elegido para celebrar su reunión o evento especial…; pero en este post nos gustaría detenernos en lo entrañable que resulta ver cómo esas personas que hace muchos años no venían a su pueblo, retornan al mismo aunque solo sea para pasar un día, y que de ese “retorno” forman parte una comida, un refresco o, en definitiva, una visita y una charla con nosotros en El Prado.

Es un placer escuchar a estas personas cuando quieren hacernos saber “de qué familia son”, “cómo les decían a sus abuelos”, en qué placetuela crecieron…, verlos deseosos de saber, después de muchos años, algo de su pueblo que les acerque de nuevo a sus raíces, y ni qué decir tiene que prepararles esa comida que en la tierra en la que ahora viven no se cocina y que tanto añoran (como, por ejemplo, los zarajos, tal y como nos pedía hace poco un señor muy mayor de un pueblo vecino que hizo a su hijo traerle al pueblo y después a El Prado para comerse exclusivamente unos buenos zarajos de nuestra tierra) :-).

Por todo ello y por mucho más, seguimos esmerándonos día a día, y en nuestra próxima entrada, aprovechando que se acerca además el tradicional Puente de Todos los Santos, aprovecharemos para recolectar unos cuantos platos típicos, unos cuantos platos de esos que, entre otras cosas, nos hacen ser de la tierra que somos, de Cuenca, y más concretamente, de un pequeño y gran pueblo de la Mancha Alta Conquense llamado Carrascosa del Campo.

 

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HOTEL EL PRADO